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Es imposible ganar una batalla sin saber que está ocurriendo. Nuestras capacidades cognitivas son “atacadas” por diversos factores que, si bien, no nos son desconocidos, quizás no nos lo tomamos lo suficientemente en serio. Para vencer a tu enemigo tienes que conocerlo, así que vamos a empezar por saber a qué se enfrenta diariamente tu cerebro.

EL ENVEJECIMIENTO.

Del mismo modo que nuestro cuerpo envejece también lo hace nuestro cerebro. El deterioro de las estructuras cerebrales, la pérdida neuronal, la disminución de neurotransmisores, la falta de uso de algunas funciones cognitivas…todas ellas son variables importantes que afectan al deterioro general de nuestra mente.

Debemos diferenciar entre envejecimiento óptimo, normal y patológico.

  • El óptimo se caracteriza por una funcionalidad alta y un riesgo bajo de desarrollar patología. Sería el estado ideal y el que pretendemos alcanzar.
  • El normal sería un envejecimiento en el que no se sufre patología, pero con riesgo a padecerlas.
  • El patológico, es el que viene acompañado de un deterioro cognitivo grave.

Existe un deterioro cognitivo “benigno”, asociado al paso de los años, que consiste en pérdidas de memoria leves y estables que no afectan al desempeño cotidiano del individuo.

Y también podemos hablar de una pérdida de memoria asociada a la edad, que se da en personas mayores de 50 años que se quejan ocasionalmente de olvidos a corto plazo pero que, en seguimiento clínico y test, muestran normalidad sin que su estado empeore o interfiera en sus actividades diarias. ¿Dónde he dejado las llaves? ¿Cómo se llama el vecino? ¿Qué tenía que hacer ahora? Son olvidos típicos que suelen ir aumentando a medida que envejecemos.

En cualquier caso, ante los primeros síntomas de pérdida de memoria, los especialistas del sector, recomiendan la realización de ejercicios que trabajen la atención, la concentración y por descontado, la memoria.

EL ESTRÉS

El estrés es una respuesta exagerada de nuestro organismo a una situación que percibimos como amenazante o de demanda incrementada.  Y ahí está el secreto “que percibimos como”. Al ser una interpretación subjetiva no a todos nos estresan las mismas cosas. Por desgracia vivimos en una sociedad donde el nivel de exigencia y el de auto exigencia es muy elevado. Hoy en día hemos de ser buenos padres, tener relaciones maravillosas, dar buena imagen, ser exitosos en nuestros proyectos, en resumen, triunfar en todos los aspectos de nuestra vida y, siento desengañarte, nadie es perfecto.

Cierta cantidad de estrés es necesaria ya que es una respuesta natural que nos ayuda a adaptarnos a los cambios y a afrontar retos en nuestra vida diaria.

El problema viene cuando esta respuesta se prolonga en el tiempo. Estar todo el día tensionados tiene sus consecuencias tanto físicas como psicológicas.

Entre los síntomas físicos destacaremos la tensión muscular, palpitaciones, sudoración excesiva, fatiga, problemas para dormir, dolores de cabeza, malas digestiones, eccemas o picores, disfunción sexual y problemas cervicales entre otros.

Entre los síntomas psicológicos destacaremos la depresión o ansiedad, cambios bruscos de humor, irritabilidad, nerviosismo, miedo, dificultad a la hora de tomar decisiones, miedo al fracaso, dificultades de atención y concentración…

Estos solo serían algunos de los síntomas, pero creo que nos permiten hacernos una idea de cómo el estar estresados puede repercutir negativamente tanto en nuestro desempeño laboral como en nuestras relaciones sociales.

LA RUTINA.

El ser humano tiene tendencia a establecer actividades diarias rutinarias. Me he encontrado con muchas personas que dicen: “nooo, mi vida no es nada rutinaria, si yo siempre estoy haciendo cosas distintas y mi vida es como una montaña rusa”. Pues bien, en el momento de la verdad, al empezar a anotar lo que esa persona hace diariamente, siempre se encuentra una pauta de repetición. Y la rutina es necesaria.

Disminuye nuestro nivel de estrés al no tener que estar constantemente enfrentándonos a tomas de decisiones y nos ayuda a gestionar mejor nuestros tiempos. Pero también fomenta un gran vicio de nuestro cerebro que es la holgazanería.

Y es que nuestro cerebro es vago de por sí, y ante la falta de estimulación se acostumbra y trabaja menos. Nos sentamos en la misma silla para comer, hacemos cada día el mismo recorrido para ir al trabajo, compramos en las mismas tiendas…

Aún en el caso de personas que estudian o desempeñan trabajos que necesitan un esfuerzo cognitivo importante, se acaban trabajando mucho algunas capacidades y descuidando otras. Ejercicios de lógica, de rapidez mental, cálculo, cualquier situación que suponga un reto y pequeños cambios en nuestras rutinas, como atrevernos a probar cosas nuevas, son aspectos que se trabajarán en el gimnasio cerebral y nos ayudarán a mantener a nuestro cerebro sano y al máximo rendimiento.

VIDA SEDENTARIA.

El estilo de vida actual conlleva un elevado riesgo de vida sedentaria.

La práctica regular de ejercicio, sobretodo aeróbico, correlaciona con un mejor rendimiento cerebral y la mejora de la memoria. Una posible explicación sería el aumento de riego sanguíneo en determinadas zonas cerebrales que, además, disminuiría el riesgo de padecer un accidente vascular.

También la práctica regular de ejercicio previene la inflamación de tejidos, entre ellos el cerebro, síntoma relacionado con ciertas demencias y depresión.

LA ALIMENTACIÓN

Diferentes estudios relacionan ciertas deficiencias alimentarias con el deterioro cognitivo.

Monique Breteler, coordinadora de un estudio llevado a cabo por la Erasmus University de Rotterdam, llegó a la conclusión de que el consumo de pescado y vino protegen de la demencia, reforzando la hipótesis del origen vascular de la misma.

Se encontró que el consumo de pescado y frutos del mar, un mínimo de una vez por semana, disminuye entre un 10%-13% el riesgo de padecer determinadas demencias.

Lo mismo que un consumo moderado de vino, que en este caso disminuye el riesgo de padecer cualquier tipo de demencia y especialmente las demencias vasculares.

Niveles bajos de ácido fólico y vitamina B12 aumentan la probabilidad de padecer demencias. Según el investigador David García Díaz, de la facultad de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Méjico, la obesidad afecta al cerebro debido a la inflamación del tejido cerebral, en concreto la zona del hipocampo, relacionado con la memoria declarativa y al hipotálamo que enlazaría inflamación, deterioro cognitivo y desequilibrio energético.

Una dieta hipocalórica, según un trabajo sobre la enfermedad de Alzheimer realizado por Richard Weindruch y Tomas Prolla de la Universidad de Wisconsin (Madison, EEUU), protege la salud de nuestro cerebro manteniéndolo más joven. Ello es debido a que con este tipo de dieta se provocan menos respuestas de estrés y se disminuye la producción de radicales libres, relacionados con el envejecimiento y las lesiones a nivel celular.

Podríamos seguir con numerosos estudios, pero creo que estos son suficientes para hacernos una idea.

En los gimnasios cerebrales se van a trabajar todos los aspectos relacionados con la salud de nuestro cerebro, incluyendo la actividad física y la alimentación.

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