¿Qué son las funciones ejecutivas?

Las funciones ejecutivas son actividades mentales complejas que nos permiten convertir el pensamiento en acciones, planes y decisiones, y así, poder responder de una manera flexible, eficiente, organizada y eficaz a las demandas del entorno. Podríamos decir que son las funciones que nos ayudan a actuar de una manera eficaz, creativa y socialmente aceptable.

Son de gran importancia en nuestro desempeño cotidiano porque están implicadas en el aprendizaje, la programación, la planificación y la toma de decisiones.

Algunas investigaciones consideran que dichas funciones son las más sensibles al envejecimiento. Dependen del lóbulo frontal que es el que más se deteriora con el paso de los años. El lóbulo frontal tiene funciones ejecutivas, sociales, emocionales, motoras y lingüísticas.

Las funciones ejecutivas se caracterizan por tener cuatro componentes:

  • Formulación de metas.
  • Planificación.
  • Implementación de planes.
  • Ejecución efectiva.

En cuanto a las funciones emocionales, el lóbulo frontal es el encargado de regular nuestra conducta y reprimir los impulsos. También nos ayuda a entender los estados emocionales y mentales de los demás.

Un caso que supone un pilar fundamental en la definición del concepto de las funciones ejecutivas es el de Phineas Gage. Gage era un barrenero que trabaja en la construcción de una línea ferroviaria. En el año 1848, a la edad de 25 años, una carga de explosivo que había colocado exploto antes de tiempo cuando la estaba cubriendo y compactando con ayuda de una barra de hierro. El resultado fue que la barra salió disparada atravesando el cerebro de Gage, entrando por el pómulo izquierdo, por debajo del ojo, y saliendo por el centro de la cabeza, por detrás de la frente. Era una barra de hierro de 1,10 m de longitud y 3,2 cm de grosor. Gage no murió, de hecho se levanto a los pocos minutos de extraerle la barra, habló y subió por su propio pie al carro que le transportó hasta el consultorio médico. El doctor Jhon Martyn Harlow le curó la herida y cuando estuvo mejor pudó volver a su casa.

Gage estaba bien físicamente, a excepción de la pérdida de visión del ojo izquierdo, pero psicológicamente algo había cambiado. Tanto su familia como sus compañeros de trabajo aseguraron que nunca volvió a ser el mismo. Anteriormente al accidente era un hombre responsable, después hacía constantes planes de futuro que era incapaz de llevar a cabo. Tras varias peleas perdió su empleo en el ferrocarril y a partir de entonces cambió frecuentemente de trabajo. Sus conocidos decían que se volvió inestable, grosero, ofendía a los demás y era de poco fiar. Murió doce años después tras una serie de crisis epilépticas.

Podríamos decir que se volvió deshinibido tanto emocional como socialmente. La lesión en el lóbulo frontal altero el desempeño de sus funciones dificultando la capacidad de planificar, llevar a cabo y corregir la conducta. Fue el primer caso en el que se comprobó que cambios materiales en el cerebro producían, no sólo alteraciones en las capacidades cognitivas sino también en el comportamiento.

Si me permitís la referencia cinéfila en la película de “El Exorcista” los doctores atribuyen el cambio del comportamiento de la niña a una lesión en el lóbulo frontal.

Centrándonos de nuevo en el lóbulo frontal, cuando realizamos actividades rutinarias, el lóbulo frontal prácticamente no trabaj porque las realizamos de manera automática. Es en las novedades y las situaciones imprevistas cuando activamos esta zona de nuestro cerebro creando nuevas conexiones y manteniéndolo en forma.

¿Por qué es importante entrenar nuestras funciones ejecutivas?

Pero entonces, ¿qué problemas pueden surgir ante el deterioro de nuestras funciones ejecutivas?

  • Dificultades para focalizar la atención y para iniciar/finalizar una tarea.
  • Problemas de planificación, ejecución y definición de objetivos.
  • Fallos en la toma de decisiones debidos a la impulsividad.
  • Fallos de memoria.
  • Reducción de la fluidez verbal.
  • Dificultades para establecer el orden y la organización temporal.

Y estos serían solamente los que influirían más directamente en el desarrollo de nuestra actividad laboral. Podríamos incluir también:

  • Carencias en el establecimiento de relaciones afectivas.
  • Falta de control de impulsos.
  • Pérdida de autonomía.

Quizás la pregunta a plantearnos entoces sería, ¿qué tenemos que hacer para mantener sanas nuestras funciones ejecutivas?. Lo que más me gusta recomendar, romper rutinas. La rutina no es necesariamente “mala” aunque sus connotaciones suelen asociarse a significados negativos. De una relación tediosa suele decirse que ha caído en la rutina, al final de las vacaciones volvemos a la rutina de siempre…El ser humano tiende a crear rutinas en su vida y ello conlleva seguridad, hábitos saludables (como comer siempre a las mismas horas o respetar las horas de sueño), disminuye la necesidad constante de estar tomando decisiones reduciendo el estrés y nos ayuda a organizar mejor el tiempo. Pero a la vez, estas rutinas, hacen que nuestro cerebro se acomode, trabaje menos y pierda capacidades. Las rutinas disminuyen la atención, la concentrción, la motivación y la creatividad, capacidades que influyen directamente en el proceso de toma de decisiones.

Y ya que está ahí, ¿por qué no nos las saltamos de vez en cuendo? Pequeños cambios en nuestras rutinas diarias harán que nuevos estímulos lleguen a nuestro cerebro y este se ponga en marcha. Pequeños cambios como probar comidas nuevas, leer libros de un género que no sea el que habitualmente leemos, cambiar el recorrido para ir al trabajo, escuchar nuevos grupos de música, practicar un deporte nuevo…

Pero no es suficiente. Aún en el caso de personas que tengan un trabajo que les exija una gran actividad cerebral, estudien o hagan mucho sudokus (como me dicen muchas veces), es muy probable que se estén trabajando mucho algunas funciones y descuidando otras. Es por ello que a través de la gimnasia cerebral se pretende asegurar un trabajo íntegro de todas nuestras funciones y potenciar aquellas más necesarias para nuestra vida diaria.

Ya para acabar, mi recomendación para esta semana es que salgas a cenar. Atrévete a probar un tipo de cocina nuevo, que nunca hayas probado, y vívelo como una experiencia sensorial. Concéntrate en los olores, los colores, los sabores, juega a intentar averiguar los ingredientes de los platos. Y si se te da bien la cocina, ¿por qué no probar una receta de otro país? Busca una con ingredientes que no conozcas o prueba combinaciones nuevas. Te dejo el enlace de la receta de un postre hindú por si te apetece probarlo.

Rompe rutinas y pon a trabajar tu cerebro.

 

 

 

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